Las operaciones conjuntas de un grupo textilero en Honduras y El Salvador generan exportaciones anuales superiores a los dos billones de dólares (mucho más que el café, antes el rubro del que dependíamos los salvadoreños), lo que los convierte en los mayores empleadores de nuestro país. Con el caprichoso cierre de fronteras en apoyo de don Mel Zelaya, aprendiz de dictador, cuatro mil quinientas personas han quedado temporalmente sin trabajo acá y seguramente también allá.
Como se viene diciendo, la advertencia la hizo Fusades, toda decisión política tiene consecuencias económicas, tanto en la inversión como, por lógica, en los niveles de empleo y de ingreso. Los empleos no se crean por un acto de capricho o decisión gubernamental, sino a través de inversiones para lograr fines específicos en un mercado. Además cada nuevo puesto de trabajo cuesta centenares o millones de dólares, dependiendo de la industria o sector; la señora que se pone a vender en una acera presumiblemente invierte poco en ese puesto, pero la cifra cambia al calcular lo que cada acera tiene invertido en su entorno (edificios, tráfico, comercios de la zona, publicidad, confianza de los compradores en los negocios del lugar, vigilancia, etcétera). No se vende igual en una acera del centro de Santa Ana que en una de Olocuilta y allí, como en todas partes, "unas aceras son mas iguales que otras".
Ni siquiera se ha definido en qué parte del territorio se va a instalar la fábrica de empleos pero ya la fábrica de desempleo está operando a tope, gracias, como decimos, al cierre de fronteras.
Serénense y corrijan a tiempo
En parte reconocemos una medida de culpa de los que más o menos entendemos cómo funciona la economía pero que no conseguimos explicarnos bien para que la comprensión sea general. Lo primero por considerar es que los sectores económicos no operan en el vacío, aislados unos de otros, sino que son parte de un inmenso entramado que abarca el universo entero. Se cierran las fronteras y vemos largas hileras de camiones parados en favor del aprendiz de dictador don Mel Zelaya, pero no caben, en la foto, todos los trabajadores que producen lo que va dentro de los camiones, ni los trabajadores que suplen las empresas. Cada furgón representa miles y miles de empleos directos, desde quienes los cargan hasta las empresas que empaquetan, tramitan, mercadean y sostienen clientelas. Y cada uno de ellos es parte asimismo de otras cadenas productivas; de allí que el gesto político de cerrar fronteras, lo que es ilegal hasta donde sabemos, tiene efectos económicos inmediatos y perniciosos.
A las consecuencias directas del cierre --el costo de dejar de producir, los salarios que no se devengan, etcétera-- hay que sumar las indirectas y las institucionales. El país deja de ser un sitio que ofrece garantías al inversor, para transformarse en uno donde las motivaciones políticas se sobreponen a la seguridad jurídica y las finalidades de desarrollo. Don Mel es más importante que el empleo actual y futuro de decenas de miles de salvadoreños. Y si ahora es don Mel, mañana puede ser la solidaridad con otro derrocado déspota.
Ojalá que el gobierno meta la cabeza en un cubo de agua con hielo y deje de lado decisiones viscerales que tanto perjuicio hacen al desarrollo.
domingo, 5 de julio de 2009
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