lunes, 2 de marzo de 2009

El ciudadano tiene que pensar bien su voto

Como hemos venido sosteniendo durante este prolongado ejercicio de posguerra, tenemos mucha confianza en el tino y en la perspicacia del pueblo salvadoreño, que desde el comienzo de este aprendizaje democrático en marcha, allá a comienzos de la década de los 80 del pasado siglo, ha venido tomando decisiones electorales sensatas y consecuentes con el proceso de evolución nacional. Y lo ha hecho de manera muy realista, sin decantarse por simples opciones ideológicas. No hay razón para temer que esta vez no actúe con la misma lógica, pero hay que reiterar advertencias.


Al comienzo de la campaña y durante un largo trecho de la misma, todo parecía indicar que la izquierda tenía esta vez una ventaja casi insuperable; pero las distancias se fueron acortando progresivamente, y los resultados de las elecciones del 18 de enero evidenciaron que la lógica de los equilibrios estabilizadores continuaba siendo la prevaleciente en el ánimo de la ciudadanía. Nuestro electorado, históricamente, ha sabido valorar de una manera muy precisa los beneficios de la estabilidad, y el cambio que quiere es, sin duda, dentro de los marcos de la estabilidad asegurada. Esta es la mejor garantía de sana evolución de nuestro proceso democrático, y es lo que deberá refrendarse en las urnas el próximo 15 de marzo.


Cada elector debe pensar muy bien su voto, para entregarle la confianza a quien le garantice estabilidad con progreso. Es hora de medir al centavo lo que es aquel a quien se le entrega la confianza, porque de ello depende que podamos todos salir adelante de la manera pacífica y responsable que las circunstancias demandan.

Hay que asegurar el futuro
La ciudadanía, en esta hora crucial para el destino del país, debe valorar a fondo cuestiones fundamentales como las siguientes: quién es capaz de asegurar la estabilidad en libertad; quién reúne las condiciones para integrar todas las fuerzas nacionales en vez de dividirlas; quién entiende mejor la lógica actual del desarrollo. Y no se trata de temas ideológicos o genéricos, sino de cuestiones de las que dependen el progreso o el retroceso, la evolución o la involución. El hecho de que nos encontremos ahora envueltos en los impactos y consecuencias de la crisis global lo que hace es subrayar la necesidad de más visión y más realismo de parte de todos.


Este momento es decisivo para asegurar el futuro, no sólo de las presentes generaciones sino también de las que vienen. Los salvadoreños no podemos darnos el lujo de extraviarnos por las veredas de lo imprevisible, como les ha ocurrido a otros países latinoamericanos, que entraron en callejones políticos inciertos y peligrosos y ahora no hallan cómo salir. La democracia hay que cuidarla ejerciéndola a conciencia, y esa responsabilidad reside en cada ciudadano.


Si la lógica de los equilibrios estables y seguros es la que sale fortalecida de las urnas, tendrá que venir de inmediato un ejercicio de voluntades efectivas en la búsqueda de los entendimientos básicos que se requieren para avanzar hacia el desarrollo en todos los órdenes. Esto también será fruto de una buena decisión el 15 de marzo.

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