domingo, 22 de febrero de 2009

El cura Cortina reclutaba y los jóvenes no volvían

No se dice si ese individuo tuvo remordimiento, pues continuó indoctrinando hasta su muerte, como otros de igual calaña que lo hacían desde cátedras y púlpitos.

"...un hombre se había ganado el cariño y la confianza de la gente de todos esos lugares, por haber convivido y compartido con ellos las penurias de la guerra: el padre jesuita Jon Cortina, quien desde la perspectiva de la teología de la liberación avalaba el alzamiento guerrillero, y concientizaba a los campesinos para que se sumaran de una u otra forma a la lucha. Goyo y Miguel le pidieron ayuda, le explicaron la magnitud del esfuerzo que la ofensiva implicaría, y también la convicción, o al menos la esperanza, de que con ella se alcanzaría la victoria final. El padre Cortina habló con las familias, las cuales finalmente accedieron a dejar partir a los muchachos, que eran aproximadamente unos cien…

"Alegremente los jovencitos, muchachas y muchachos, llegaron hasta los campamentos de un cuerpo de la guerrilla, en ese entonces", relata Geovani Galeas, bajo el mando del sicópata "Mayo" Sibrián, lugarteniente de Sánchez Cerén que a su vez era el máximo jefe de las FPL, banda fundada por ellos y por el secuestrador y asesino Cayetano Carpio.

Desde un principio los jóvenes fueron reprendidos por Sibrián, que objetaba la música que oían, su lenguaje, los piropos a sus compañeras y todo su comportamiento, porque no es propio de un revolucionario.

"Ni esa música ni esa manera de bailar son de un revolucionario; usted también anda hablando cosas que vio en otros países, y tampoco eso está bien; a la tropa no le ande contando babosadas. Usted tiene pensamiento pequeño burgués, por lo tanto ya no puede seguir alfabetizando a los compañeros, porque los puede influir con esa mentalidad…", les decía según el libro de Galeas y Berne Ayala.

Las atrocidades como forma de control

Las sospechas y la irritación de Sibrián, como se deduce del relato, llevó a acusar a centenares de los jóvenes de ser infiltrados y contrarrevolucionarios, lo que equivalía a trabajar con el enemigo. A un técnico en fabricar bombas lo hizo ejecutar y así, en sucesión, muchos otros fueron interrogados, torturados y luego asesinados.

Las ejecuciones eran atroces: las víctimas eran colgadas de los pies y apaleadas para que confesaran, pero al no tener nada que decir por su condición de campesinos, sus verdugos redoblaban los garrotazos hasta sacarles a algunos la masa encefálica y allí quedaban muertos y otros en terrible agonía, hasta desangrarse del todo. Cuando se le preguntó a Sánchez Cerén sobre esas atrocidades, dijo que era la ley guerrillera; "ley" de monstruos, la ley de Drácula, la ley de los infiernos.

De los aproximadamente cien jóvenes que el cura Cortina había ayudado a reclutar, apenas trece volvieron con vida. No se dice si ese individuo tuvo remordimiento, pues continuó indoctrinando hasta su muerte, como otros de igual calaña que lo hacían desde cátedras y púlpitos.

El relato de Galeas debe ser leído por todo aquel que se preocupa por su país como igualmente por los que se han embobado con las promesas de paraíso del candidato rojo que viste de blanco. Funes no aclara si sabía de los vínculos de su compañero de fórmula con Sibrián y, si no lo sabía, en qué mundo ha vivido.

Las atrocidades que los cabecillas guerrilleros perpetraron, que son delito en cualquier pueblo y época, dan idea de la clase de régimen que establecerían: brutal, insensible, acosador y paranoico. Nadie estaría seguro de nada, sólo de la opresión.
(http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=6342&idArt=3364247)
"POR SUS HECHOS LOS CONOCEREIS"

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